Uno, quizá, tiende a interpretar las cosas siempre por la tremenda, pero es que así de grande era la sonrisa que Rajoy puso al ver la cara de pasmo del finlandés. ¿Pero qué me cuenta este hombre?, debió de pensar Jirti, o Jyrti, o como se llamase el ministro aquel. Y Mariano, inflándose, ufano, pletórico mientras advertía la perplejidad del finés, soltaba aquello de: Me va a costar una huelga. Luego, a otro que pasaba por allí, le espetó: siempre es duro, pero ahora viene lo más duro. Mariano estaba en vena, crecido, orgulloso, feliz entre sus nuevos compañeros presidentes y presumiendo de las reformas que iba a hacer en su negociado, como ese vecino nuevo que se acaba de mudar y te cuenta:
-Fíjate, solo la reforma del baño me va a costar un riñón. ¡Pero bueno soy yo!