Mariano
Rajoy y sus secuaces en el Gobierno están dispuestos a cometer las
mayores trapacerías y a arrastrar al país por el fango con tal de
mantenerse en el poder y dejar las cosas como estaban y jamás
reconocerán el daño que causan porque en el fondo, lo que Mariano y
los suyos defienden es su tradicional modo de vida.
El
Partido Popular puede ser una sociedad para delinquir, pero como la
Camorra solo retuerce un poco unos valores sociales ampliamente
aceptados por la sociedad española en la que se incrusta como un
cáncer. De defender la familia a instituir el nepotismo hay un
camino de sutilezas. Entre la tolerancia y la permisividad tan solo
hay puntos de vista; de la amistad al amiguismo hay apenas un grado;
de la liberalidad a la prevaricación, tres trajes; del compañerismo
al corporativismo, un guiño; de la fidelidad al seguidismo, un paso;
de la crítica a la traición, la más ligera duda. Lo que va del
Partido Popular a una mafia es un pequeño desliz, una distancia que
se recorre con suma facilidad. Como dijo Soraya: No
sé, poco a poco te ves involucrada.
¿Quién
no querría vivir en esa confortable seguridad vitalicia en la que
viven Rajoy y sus íntimos, sus familiares y amigos? ¿A quién le
gusta que le vuelvan loco? ¿Quién no ha pedido un favor? ¿Y quien
no agradece una ayudita? ¿Quién no se ha saltado alguna Ley? ¿Quién
en este país puede presumir de cumplir esos miles y miles de folios
de leyes, de decretos, de acuerdos y de buenas prácticas
administrativas que cada día vomita este Funcionariato?
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