La
parsimonia de Mariano empezaba a pudrir la paciencia de muchos en la
derecha nacional. Mariano parecía, otra vez, más que nunca,
Maricomplejines. Entre la
gente de orden volvía a calar que Maricomplejines, en efecto, no
tenía lo que hay que tener, esa solidez verbal y gestual que debe
acompañar a unos buenos principios morales y que deberían haber
zanjado hacía tiempo la hemorragia de Bárcenas y toda aquella
mierda.